I
Acá en esta orilla haces presencia
y corres, corres a través del estrecho
sendero de la luna de mis noches tristes
que sin reparos lava el milagro
de tu vientre absoluto y constante.
Pero vuelves a mí
ultrajada, confusa por este ineficaz recuerdo
II
He aquí que me levanto
que alzo el vuelo
que festejo el día
y desde el amplio abril de la avena
mi nombre es apenas una sucesión de lenguas.
Ya la sangre hierve
ya estoy pariendo al guerrero, al sabio,
a la insensatez y la opulencia.
Ya los ejércitos del olvido tejen su color
en las líneas de mi mano.
III
Acaso no entiendes
que estoy perdido
que vago a través de estas cuerdas de la vida
como malabarista viejo y cansado.
Devuélveme ya a casa.
Acaso no entiendes
que padezco el alto exilio de tu beso.
IV
Yo vi encallar al viejo galeón
y bajo la sumatoria de los días
vi apagar su vela.
Yo vi nacer el nido más alto
de un ave opulenta.
Y desde la nebulosidad de mi ojo
sentí el blanco aleteo de un ave
o de una vela.
Todo esto sobrevino sin ti a mi lado.
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