No vengas a mí a hablar de soledad
pues, he sentado a mi lado
en un mismo instante al infinito y Adán.
Ni de ausencias
pues en algún tiempo Troya limitó
en una línea de mi mano.
Yo cree la oscuridad del cuervo y la palabra muerte,
aún latente, la amarré a un giro del viento.
Escribí con la misma tinta cada imagen que el hombre reinventa.
Pero cometí un error: ¡le di alas al amor!
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